martes, 26 de agosto de 2008

EL COMO Y EL QUE DE VIVENCIAR

Al hablar de técnicas utilizadas en la intervención no es de ninguna manera un intento por sistematizar, encuadrar, o mecanizar el conocimiento para abordar de forma similar (igualmente rígida) al ser humano con el cual establecemos un contacto. Esto iría en contra de los mismos postulados de este enfoque. El terapeuta podrá acceder a estas técnicas de una manera flexible, reajustándose al caso en particular, a las características del mismo terapeuta, al momento, al instante en donde dos o mas se encuentran.

Sean técnicas integrativas, expresivas o supresivas no se tratan de un método sistemático, mecánico y robotizada como diseñado para el ordenador de ultima serie. Se trata de una forma de abordar el evento humano mediante la búsqueda del autodescubrimiento, la autoaceptación a la que puede llegar quien experimenta la vivencia, en donde los otros o el otro facilitará este proceso y acompañará en dicha búsqueda. Tales eventos van a ser ayudados, facilitados promovidos y en todo caso influidos por estas técnicas. En ellos se podrá poner en juego la creatividad, los recursos, las experiencias, y un sin numero de maneras de acercarse a la consecución de los objetivos establecidos para los cuales las técnicas se convierten en una manera de poner en evidencias esas actitudes que fortalecen el encuentro y determinan el devenir del mismo.

Las vivencias que hemos realizado en relación a estas técnicas nos permiten acercarnos a la realidad de las mismas, nos ayudan a desprendernos de una teoría, de un texto sacado del pensar de uno o varios autores y nos llevan mucho mas allá al hacernos mas evidente que no todo esta escrito, que la psicoterapia implica mucho mas que el conocimiento de la teoría, la memorización de textos, la comprensión de lectura (sin embargo sin estos tampoco es posible lo demás).

Poder llevar a cabo los ejercicios vivénciales nos ha permitido identificar en primera instancia nuestras propias carencias y dificultades, la necesidad de empezar a “trabajar” con nosotros mismos; esto en mi opinión ha sido uno de los objetivos mas fructíferos dado que nos permiten empezar por lo inmediato; muchas y muchos han puesto en evidencia necesidades, fortalezas, confusiones, dificultades. Estos espacios han promovido un encuentro con si mismo y con los otros, un contacto emocional que ha llevado a la movilización de aspectos que han estado latentes pero presentes.

El día a día como lo vivimos no da cabida para la obtención de este tipo de espacios sorprendente en donde todo conspira a favor de un mayor y mejor encuentro con nuestras propias emociones; sino que hacemos cosas que no nos permiten acércanos a nuestra propia vivencia, percatarnos de lo que sentimos, deseamos o necesitamos. Tal como lo menciona Claudio Naranjo: “la visión del gestaltista es que todas estas actividades, en lugar de permitirle a uno percatarse del presente, constituyen un acto de evitación del presente”. Me refiero a que la mayor parte del tiempo que invertimos viviendo es un tiempo muerto en donde no hay cabida para la conexión autentica con nosotros mismos; por el contrario en medio de un silencio, de un no hacer, de un acompañamiento o un contacto interpersonal es posible empezar a ver de si mismos aspectos desvinculados de nuestra propia existencia, a veces por temor, otras veces por obstinación o simplemente porque a esas facetas de nuestra vida no le hemos brindado oportunidades que nos permitan reconocernos como un todo unificado.

Las actividades vivénciales que hemos realizado han significado formas y oportunidades de auto y heteroencuentros, auto y heteroaprendizajes definitivamente productivos, cambiantes y redentores. Poner en la practica, en la vivencia, en el otro y en si mismo eso ya visto en la teoría (actitudes, formas de llegar mas eficazmente al encuentro, estrategias para movilizar) de alguna manera nos permite acercarnos unos pasos mas al sentido de lo humano y al significado real de la experiencia. Nos permite construirnos a partir del otro, nos permite identificar aspectos no vistos, no reconocidos y no integrados de nosotros mismos. Al mismo tiempo los otros se ven reconocidos en uno y se logra un verdadero contacto, un encuentro personal, interpersonal e intergrupal que hace de bastón, de sombrilla, de espejo, de capa, de otro y otros que te permiten conocerte, verte, conocer y ver. Te hace sentir más vivo, te recuerda que la verdadera esencia humana se encuentra ahí: con otros humanos y consigo mismo como humano.

Cada vez que nos encontramos con este tipo de oportunidades podemos llegar a ver que las técnicas aprendidas y los conocimientos teóricos adquiridos a lo largo de nuestra formación académica se puede llevar a la vida real mediante esa conexión casi mágica entre dos o entre más. Es precisamente ahí a través de ese contacto cuando algo dentro de nosotros se moviliza; ese algo que pude ser una carencia, una dificultad, o sensaciones casi poéticas que se dan a través de la palabra, del gesto, del silencio o de la emoción del otro.

Si en algún momento logramos esa mirada tan necesaria a nuestro interior también nos podemos descubrir a partir de los demás, o podemos descubrir en los demás. En esta medida lo único que se consigue no es solamente poner en evidencia aquello faltante o productor de tensión y angustia en nosotros mismos sino que se logra a través de las relaciones interpersonales obtener escucha, una mirada, un gesto salvador que alcanza a tocar a el otro o a la otra para que deposite, muestre, diga o exprese esa necesidad o sentimiento que se había callado o que no había sido escuchado en la cotidianidad de los días, en la rutina absorbente que no deja tiempo para mirar verdaderamente a los demás, tal como lo plantea Claudio Naranjo: “nuestros ojos ven, nosotros no”. Hemos estado mucho tiempo ciegos y eso no nos ha permitido conocer en integrar aquellos aspectos que no han tenido la posibilidad de salir en la carrera contra reloj en la que nos deja inmersos la academia no dejando casi espacio para la vivencia, para el acompañamiento mas allá de los trabajos y estudios en los mismos grupos cerrados, en donde quienes los conforman tiemblan del miedo a ser conocidos por otros o correr el riesgo de quebrarse al darse cuenta de su propio vacío y del vacío existencial de otro o los dolores inevitables con que muchos de los que se sientan día a día en un mismo salón viven sin que los demás siquiera lo sospechen. Esto es lo mismo que en pocas palabras plantea Claudio Naranjo: “una serie de actividades distintas a las de aprender y expresar, nos mantienen tan ocupados que apenas nos queda algo de atención para el momento en que estamos viviendo”. Esto implica que lo que hacemos, constantemente no nos permite colocarnos en contacto con nuestro presente, con nuestro aquí y ahora y por lo tanto si no podemos establecer ni siquiera un contacto real con nosotros mismos, mucho menos tendremos la capacidad de mirar auténticamente a los demás, preocuparnos por el otro y hacerlos sentir acompañados.

En la medida en que se prolonguen estos espacios sanadores, salvadores y cicatrizadores los seres humanos que conforman el salón de clases empezaran a surgir; los ausentes se harán presentes, las calladas se harán palabra, gesto o expresión. El muro de silencio e indiferencia que atraviesa a las relaciones interpersonales se empezara a romper progresivamente hasta poder establecer un verdadero encuentro grupal, interpersonal o intrapersonal. Las emociones, los duelos, las palabras no dichas, los actos no actuados comenzaran a salir del anonimato y encontraran un receptor, que acompaña y no solo un otro juzgador que espera calladamente a que los demás tropiecen para el mismo no tener que enfrentarse con su propio vació. En este sentido Perls plantea: “la terapia gestáltica es la trasformación del vació estéril al vació fértil”. En medio de los principios de la gestal se puede establecer un encuentro intrapersonal e interpersonal que favorezca las condiciones de un cambio en la forma como vivenciamos las experiencias y en la forma como nos percatamos de nuestro sentir y existir, de tal manera, que se logra obtener un cambio a favor de la conexión con nosotros mismos y con los otros. Se puede lograr atravesar de una nada vacía e improductiva, solitaria y triste a un estado de nada que nos permite establecer un contacto mucho mas estrecho y profundo generalmente difícil de llegar.

Hasta ahora han sido muy pocos los espacios como estos los que se nos han brindado dentro de la formación formal, pues la formación se empeña en hacernos conocedores de teorías, diferenciadores de síntomas y electores de tratamientos apropiados pero ha dejado escaso lugar para hacernos mas humanos. Yo misma he comprobado a través de dolorosas existencias lo anestesiado que esta el mundo, sumergidos en un estado de semiinconsciencia que no los deja vivir (vivir en todo el pleno sentido de lo que significa la palabra). Atados al computador, a la televisión o a una socialización a través de actividades sin sentido, donde la gente no se comunica, donde no se existe; actividades que han llevado a nuestra sociedad a alejase cada día mas de si mismos y de otros.

Claudio naranjo plantea que: “uno de los objetivos de la terapia gestáltica es ser capaz de vivir de tal manera en el presente, que ningún estándar del pasado oscurezca nuestra toma de conciencia; que seamos tanto lo que somos, que ningún sentido de debiera nuble nuestra identidad”. Hacemos lo que “deberíamos” hacer o para ser más exactas generalmente todo lo que hacemos es sacrificar lo que somos y queremos hacer, por lo que debemos ser y hacer. Somos prisioneros de cárceles dentro de nuestros propios cuerpos, pero que cuyas celdas dan mucho mas miedo que las prisiones reales; vivimos a merced de nuestros miedos, prisiones y deberías, cortando cada día mas nuestras alas, nuestra fuerza y nuestra capacidad para detenernos a mirar hacia dentro. La propuesta es empezar a liberarnos de tantas ataduras, empezar a ser mas libes conociéndonos, aceptándonos, validándonos, descubriéndonos constantemente y maravillándonos ante tales visiones que nos hacen mas complejos, mas amplios, profundos y mas humanos.

El ritmo de nuestras vidas no nos permite mirarnos, tocarnos, ni hablarnos, el saludo es tan mecanizado y tan poco sentido que siempre recuerdo esta pequeña anécdota: iba por la universidad y me encontré con un conocido, yo le dije: hola; y el me contesto “bien, gracias y ¿tu?”. Se había acostumbrado tanto al clásico: “hola ¿Cómo estas?” Que no se dio tiempo ni para percatarse de que yo solo dije “hola” y nunca le pregunte ¿Cómo estas? Siempre he creído que en ese clásico saludo hay más formalismo y costumbre que un verdadero interés por preguntarle al otro realmente ¿Cómo estas?

Es precisamente ese interés el que falta, cada día la gente esta tan sola y tan vacía, con menos tiempo para reencontrarse consigo misma, para disfrutar de una puesta de sol, del sonido del silencio o para establecer un verdadero vinculo con el otro, apartado de formalismos, o de conversaciones vacías en donde muy pocos se preocupan por tu sentir pues ellos mismos desconocen el suyo.

Para mi, en la medida en que se promuevan mas espacios de encuentros y la cotidianidad no sea solo una forma de conocer y aprender teorías, de memorizar textos que finalmente nos dejan en medio de una sociedad de consumo que cada día nos aliena mas y nos deja mas alejados de nuestro sentir, de nuestro vivir, del disfrute de pequeñas cosas, de el interés incondicional por el otro sin ninguno otro motivo que el otro ser humano. Ojala que las oportunidades de encontrarnos, reconocernos y acompañarnos sean mas para así salir fortalecidos, mejores y mas felices; sin tantas ataduras que no nos dejan ser libres, sentir libremente, expresarnos sin miedo alguno, sin temor a fracasar o a caer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog