"Los niños son educados por lo que hace el grande y no por lo que dice”. (Carl Jung)
Un padre levanta su brazo y pregunta: “¿por qué mi hijo le sigue pegando a su hermanito a pesar de haber utilizado todos y cada uno de los procedimientos que psicólogos, pediatras, curas, monjas y chamanes me indican?”. Este hombre al igual que muchos y muchas tienen una excelente pregunta, que tal vez y solo tal vez, se parezca a la pregunta que usted ya hizo y no fue respondida o a la que nunca se atrevió a hacer.
Cuando miramos a nuestros hijos y a nuestras hijas tenemos ante nuestros ojos un magnífico espejo. Nos recuerda cuando fuimos niños, evocamos nuestro propio color de pelo, esa misma mueca chistosa en los labios, la forma del pie que nadie advierte… mucho más allá de esto, su pequeño mundo está estrechamente relacionado con el nuestro.
Nuestras frustraciones, odios, amores y angustias, son inevitablemente trasmitidos a través de los procesos que diariamente vivimos con hijos e hijas. Cada vez que tu hijo o tu hija, emite conductas que valoras negativamente, realiza actos que te avergüenzan, expresa palabras que te molestan y que en lo más hondo de tu ser desearías cambiar, ahí, justo ahí, esta ante ti tu propia debilidad.
No hay edad, donde los seres humanos aprendamos más de lo que vemos que en los primeros años de vida, el aprendizaje vicario o por observación es para el niño y la niña mucho más eficaz, creíble y real que el aprendizaje verbal: aquel que se trasmite por medio de la oralidad.
Las lecciones de respeto, no se trasmiten contándoles lo importante del respeto, ni el concepto de respeto. La mejor lección de respeto es aquella que se da respetándoles en toda su integridad, incluso con sus diferencias, con sus maneras de hacer y de ver el mundo, con sus necesidades y dificultades particulares, propias de cada ser humano.
Cada vez que explico honestidad y no soy honesto u honesta me convierto para mi hijo o hija en un ser absolutamente incongruente y voy perdiendo el valor de ser imitado.
Por otro lado, el ejemplo es suficiente para fomentar el aprendizaje en hijos e hijas, en tanto usted, debería entonces estar más preocupada o preocupado por lo que está mostrando en sus actitudes, actos, comportamientos y aproximaciones. ¿qué está mostrando usted a su hijo e hija hoy?, no lo que le está diciendo, no lo que le repite a diario como un eco sin sentido como si de tanto repetirlo por fin lo aprendiera, no, eso no. Pregúntese por el hacer y por el ser.
Cómo le dijo la última vez a su hijo: “en esta casa no se grita”, acaso ¿usted lo dijo gritando?, cómo si el grito le diera más valor, cómo si el grito lo hiciera más padre o más madre. Olvidando que el grito en su hijo o hija solo sirve para tres cosas: para hacerlo violento, para dañar su integridad y desarrollo y para enseñarle a que la forma de resolver los problemas es gritando. Incongruente! ¿No es cierto?
Se acuerda usted cuando dijo a su hija: “respete cuando esté hablando, no interrumpa a los adultos”. Ahora pregúntese: ¿Interrumpe usted sus conversaciones, respeta su turno, su palabra es importante y se le da el mismo valor que tiene la del padre, la de la madre y la de cualquier miembro? o ¿solo le exige respeto a su hija sin usted enseñarlo? Incongruente ¿no?
Al padre que les conté, él que levantó valientemente su brazo para preguntar la razón por la que su hijo continuaba pegando a su hermanito, le fue resuelta su duda: su hijo inocentemente solo imitaba la violencia que había aprendido de su padre. El padre descubrió al final, que la forma como su hijo reproducía su aprendizaje violento era golpeado a su hermano pequeño, este a la vez, pateada al perro.
Mire con más frecuencia a sus hijos y se descubrirá a si mimo, antes de corregir las conductas inadecuadas de hijos e hijas piense como usted ha incidido en el desarrollo de estas, implemente sus propios cambios y enseñe con el ejemplo .
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario