lunes, 22 de junio de 2009

La Indiferencia y el Silencio: Motor del Delito.

Un artículo del Milenio on line del 23 de mayo de 2009 empieza diciendo: “apenas tenia dos horas de haber llegado al mundo y un bebe ya conoció lo que es el desprecio”. Esta frase impactó a mis sentidos, la volví a leer y casi no la entendía. ¿Qué lleva a una persona a tirar a un recién nacido a un basurero? Y ¿Qué están haciendo quienes critican este tipo de actos y se asombran leyendo, escuchando o viendo la noticia? No es suficiente criticar, pedir el castigo de Dios, maldecir a quien cometió el delito, no es suficiente llorar, sufrir y en medio de vanidad expresar que no lo haríamos o de que tendríamos la capacidad para actuar distinto. Ese tipo de cosas no evita que se sigan cometiendo asesinatos ni tampoco contribuye en su solución. Es necesario tomar partido: opinar, construir escenarios que erradiquen las peores formas de violencia. El asesinato de un infante es un crimen difícil de describir, es un atentando contra la inocencia, contra la vida, es un golpe moral contra todos y contra todas. Duele hasta en lo más hondo del ser.

Sucede que no es difícil encontrar este tipo de noticias en las que bebes son arrojados vivos a un basurero, ¿en qué hora el mundo empezó ha delirar y alucinar que un bebe es basura o qué un basurero es un lecho de amor y protección? No lo sé, pero parece que este tipo de crímenes tan difícil de nombrar suceden más a menudo de lo que pensé. No sé si llamarlo locura, infamia, vejamen, es difícil definirlo con una palabra. Es más fácil expresar lo que se siente cuando se toma conciencia que en este mismo instante, mientras me tomo unos minutos del día para escribir esto, otros muchos y muchas inocentes mueren, son asesinados por el hambre, por la miseria, por la desnutrición, por la mano de la madre o del padre, por un golpe que fractura si cráneo, por quemaduras que laceran su cuerpo y por la indiferencia y el silencio de los otros. No importa de quien es la mano asesina, pues esta cambia, se camufla y se esconde, no importa si es por omisión o por actuación: no se puede tolerar ninguna forma de violencia. No importa si es la mano del Estado, de una institución o la del padre, el tío, la madre o el abuelo.

El silencio es una forma de perpetuar los actos, las posturas pasivas también lo son. Cada vez que callamos u omitimos estamos haciendo parte del problema que criticamos. Cuantos niños y niñas tendrán que sufrir para tomar medidas que garanticen su protección. ¿Qué estamos haciendo hoy para evitar o prevenir que otro infante se convierta en víctima de un adulto o del sistema que reclama justicia ante los propios delitos que no es capaz de controlar ni evitar?

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