Michael Foucault, llamó a una de sus obras cumbres: “Vigilar y Castigar”; un texto maravilloso para ser leído, releído y contemplado. Para la época en la que escribió este texto y aún para nuestro días, su obra constituye para la humanidad un magnifico sustrato sociológico, psicológico y pedagógico que se aplica a todas las áreas del ser humano. Para mí, desde el tren de los acontecimientos, falta aún un elemento adicional que le aportaría realidad y polémica al relato: La prohibición, esta sentencia tan seductora que invita a transgredir la norma es una constante que se repite en todos los contextos humanos de manera incisiva, casi inadvertida y constituyéndose día a día en una pedagogía cotidiana, una lección que fundamenta el hacer, el ser y el querer.
Fundamenta el hacer en la medida en que los actos se convierten de manera arbitraria y a veces hasta irracional, en buenos y malos, en permitidos y no permitidos, en prohibidos y no prohibidos. Una vez el sujeto aprende estos códigos; a veces imperceptibles otras veces tan sonoros, empieza a hacer parte de las filas de un grupo social especifico, con características propias de su cultura, de su historia, de su contexto; en fin, el sujeto entra a formar parte de un colectivo, aprendiendo, compartiendo y reforzando un sistema de normas, de constructos, significados… El niño pequeño por ejemplo a través del contacto con el mundo (que esta dado por los otros seres humanos), va introduciendo, por medio de procesos cognitivos complejos y estructurados: su lenguaje, las normas, lo que es bueno y lo que es malo, lo que es castigado. Aprende como vincularse con el medio externo y hasta como es su mundo interior (yo, self, si mismo) el mundo que le rodea representa para él, todo un aprendizaje constante. A medida que va creciendo tanto físicamente, cognitivamente y emocionalmente, va introyectando cada día más conceptos, significados y distintos repertorios de respuesta (respuestas a nivel conductual, emocional y físico); de ahí que cada cultura, cada etnia o grupo social esta unido por una serie de comportamientos, pensamientos, significados y conceptos que los hacen particulares y los diferencias de otros colectivos. En este mundo relleno de símbolos y significados, en este mundo repleto de normas y deberías; en este preciso mundo en el cada uno vive existen unas pautas, unas leyes y normas que rigen a la humanidad. Toda civilización por primitiva o avanzada que sea, se ha sentado sobre las bases de la normatividad, que se ha hecho necesaria y absoluta para el orden y el regimiento de tantas particularidades y diferencias. Estas normas permiten además “mejorar la convivencia” de los miembros que hacen parte de ese grupo, es por tanto una forma de consensuar conceptos y significados. Es clara la relación entre la subjetividad y la objetividad: la normas y leyes por ejemplo son objetivas en la medida en que su naturaleza concensuada permite que el colectivo les de un significado similar, interpretado en un contexto especifico, también son objetivas por que sugieren unas directrices “claras” sobre las cuáles regirse. Así son, subjetivas, no importa que tan objetivas puedan parecer en la medida en que son creadas y re-creadas bajo el marco del sujeto quien las propone, las renueva o las revoca.
La propia naturaleza humana ¿conlleva al establecimiento de límites y prohibiciones? O ¿es todo lo contrario? ¿Es el hombre un ser dado a la reflexión de su concepto? O ¿actúa de manera automática ante un mundo que lo devasta? Estas incógnitas son algunas de las muchas preguntas que aparecen al empezar a escudriñar en un tema que articula tantos otros temas y panoramas así como sus propias dudas y preguntas. Es por eso que hablar o escribir de prohibiciones, de vigilancia o de castigos, es hablar tanto de la propia historia de la humanidad como de la propia historia individual de cada sujeto, desde su gestación hasta su muerte. Estas dos historias se conjugan y se encuentran entre otras cosas, en la verbalización de lo prohibido.
Tanto la historia de la humanidad como la historia de vida de cada ser humano esta cargada de infinitas prohibiciones que a larga orientaran la vida y el peregrinar de cada uno. El niño o la niña nacen a un mundo ajeno y desconocido, al que poco a poco van comprendiendo a través del contacto con el propio mundo. Inmerso en la familia aprenderá que debe y que no debe hacer, que es lo permitido y que no es permitido, aprenderá tempranamente que el mundo es un mundo que reboza de prohibiciones, que son más las cosas prohibidas que las permitidas. De ahí en más, modulara su conducta, parte de su pensamiento y sus decisiones, su libertad siempre estará atada a sus circunstancias, siempre habrá una porción de si mismo que nunca le pertenecerá; todos tenemos una parte en nosotros mismos que siempre será ajena, justo en ese lugar habita lo prohibido. Este lugar que no nos pertenece es de distinto tamaño y proporción en cada sujeto, siempre las prohibiciones estarán presentes en distinta medida.
Cada día que pasa en la vida del infante es para el un día de infinitos aprendizajes, los eventos por simples que puedan parecer al oído del espectador adulto, traen consigo toda una variada gama de posibilidades de aprendizaje. Comprende entonces que la hora de dormir es en la noche, al caer la oscuridad sobre la tierra, cuando empieza el canto del grillo, al salir los animales nocturnos, es a esa hora, a esa justa y precisa hora, donde comienza el “tiempo para dormir”; y es así entre otras razones, por algunas causas que se remontan a los primeros años de existencia del homo-sapiens; para ese tiempo y hasta otros muchos años más la noche tenia significados trascendentales para la supervivencia. La socialización y demás procesos de carácter humano no tendrían lugar a la misma hora en que las bestias y depredadores empezaban a merodear; desde entonces se duerme y se dormirá en la noche. La diferencia es que ahora las criaturas de la noche en la urbe son por mencionar algunas: los gatos, los grillos y uno que otro roedor que haya sobrevivido. Por el contrario, el día, es el tiempo para trabajar, estudiar o hacer cualquier actividad “productiva”, dichas actividades también han sido en muchas ocasiones caprichosamente inventadas y en demasía no son los hombres y mujeres quienes deciden que harán de día con sus vidas, generalmente es una especie de fuerza más allá de lo racional, llamado destino, Dios, suerte, azar, ect. De una u otra forma casi ninguno logra tener mucha libertad sobre que hace en el “tiempo productivo”; parece ser la noche, la hora negra, más benévola con la historia y ha permitido de una u otra forma ciertas contemplaciones, en la medida en que finalmente en esa “hora de ocio” que nos pertenece, podemos decidir que hacer entre algunas posibilidades existentes. En fin, el día y la noche son solo pretextos para exponer como los horarios, las jornadas, y los quehaceres humanos, son estructurados sobre unas normas sociales, las cuales a su vez están planteadas ya de por si sobre prohibiciones.
Continuando con el infante, poco a poco ajusta su reloj biológico y el sueño y la vigilia se va haciendo cada vez más similar al del resto del mundo, esto, mediado por razones de tipo fisiológicas, y psicosociales, entre estas ultimas esta el aprendizaje vicario o por observación, el moldeamiento, la normatividad social y procesos de socialización entre otros. En este mismo sentido sucede con la adquisición del lenguaje y con los hábitos de alimentación... (*Fragmento del primer capitulo)
Fundamenta el hacer en la medida en que los actos se convierten de manera arbitraria y a veces hasta irracional, en buenos y malos, en permitidos y no permitidos, en prohibidos y no prohibidos. Una vez el sujeto aprende estos códigos; a veces imperceptibles otras veces tan sonoros, empieza a hacer parte de las filas de un grupo social especifico, con características propias de su cultura, de su historia, de su contexto; en fin, el sujeto entra a formar parte de un colectivo, aprendiendo, compartiendo y reforzando un sistema de normas, de constructos, significados… El niño pequeño por ejemplo a través del contacto con el mundo (que esta dado por los otros seres humanos), va introduciendo, por medio de procesos cognitivos complejos y estructurados: su lenguaje, las normas, lo que es bueno y lo que es malo, lo que es castigado. Aprende como vincularse con el medio externo y hasta como es su mundo interior (yo, self, si mismo) el mundo que le rodea representa para él, todo un aprendizaje constante. A medida que va creciendo tanto físicamente, cognitivamente y emocionalmente, va introyectando cada día más conceptos, significados y distintos repertorios de respuesta (respuestas a nivel conductual, emocional y físico); de ahí que cada cultura, cada etnia o grupo social esta unido por una serie de comportamientos, pensamientos, significados y conceptos que los hacen particulares y los diferencias de otros colectivos. En este mundo relleno de símbolos y significados, en este mundo repleto de normas y deberías; en este preciso mundo en el cada uno vive existen unas pautas, unas leyes y normas que rigen a la humanidad. Toda civilización por primitiva o avanzada que sea, se ha sentado sobre las bases de la normatividad, que se ha hecho necesaria y absoluta para el orden y el regimiento de tantas particularidades y diferencias. Estas normas permiten además “mejorar la convivencia” de los miembros que hacen parte de ese grupo, es por tanto una forma de consensuar conceptos y significados. Es clara la relación entre la subjetividad y la objetividad: la normas y leyes por ejemplo son objetivas en la medida en que su naturaleza concensuada permite que el colectivo les de un significado similar, interpretado en un contexto especifico, también son objetivas por que sugieren unas directrices “claras” sobre las cuáles regirse. Así son, subjetivas, no importa que tan objetivas puedan parecer en la medida en que son creadas y re-creadas bajo el marco del sujeto quien las propone, las renueva o las revoca.
La propia naturaleza humana ¿conlleva al establecimiento de límites y prohibiciones? O ¿es todo lo contrario? ¿Es el hombre un ser dado a la reflexión de su concepto? O ¿actúa de manera automática ante un mundo que lo devasta? Estas incógnitas son algunas de las muchas preguntas que aparecen al empezar a escudriñar en un tema que articula tantos otros temas y panoramas así como sus propias dudas y preguntas. Es por eso que hablar o escribir de prohibiciones, de vigilancia o de castigos, es hablar tanto de la propia historia de la humanidad como de la propia historia individual de cada sujeto, desde su gestación hasta su muerte. Estas dos historias se conjugan y se encuentran entre otras cosas, en la verbalización de lo prohibido.
Tanto la historia de la humanidad como la historia de vida de cada ser humano esta cargada de infinitas prohibiciones que a larga orientaran la vida y el peregrinar de cada uno. El niño o la niña nacen a un mundo ajeno y desconocido, al que poco a poco van comprendiendo a través del contacto con el propio mundo. Inmerso en la familia aprenderá que debe y que no debe hacer, que es lo permitido y que no es permitido, aprenderá tempranamente que el mundo es un mundo que reboza de prohibiciones, que son más las cosas prohibidas que las permitidas. De ahí en más, modulara su conducta, parte de su pensamiento y sus decisiones, su libertad siempre estará atada a sus circunstancias, siempre habrá una porción de si mismo que nunca le pertenecerá; todos tenemos una parte en nosotros mismos que siempre será ajena, justo en ese lugar habita lo prohibido. Este lugar que no nos pertenece es de distinto tamaño y proporción en cada sujeto, siempre las prohibiciones estarán presentes en distinta medida.
Cada día que pasa en la vida del infante es para el un día de infinitos aprendizajes, los eventos por simples que puedan parecer al oído del espectador adulto, traen consigo toda una variada gama de posibilidades de aprendizaje. Comprende entonces que la hora de dormir es en la noche, al caer la oscuridad sobre la tierra, cuando empieza el canto del grillo, al salir los animales nocturnos, es a esa hora, a esa justa y precisa hora, donde comienza el “tiempo para dormir”; y es así entre otras razones, por algunas causas que se remontan a los primeros años de existencia del homo-sapiens; para ese tiempo y hasta otros muchos años más la noche tenia significados trascendentales para la supervivencia. La socialización y demás procesos de carácter humano no tendrían lugar a la misma hora en que las bestias y depredadores empezaban a merodear; desde entonces se duerme y se dormirá en la noche. La diferencia es que ahora las criaturas de la noche en la urbe son por mencionar algunas: los gatos, los grillos y uno que otro roedor que haya sobrevivido. Por el contrario, el día, es el tiempo para trabajar, estudiar o hacer cualquier actividad “productiva”, dichas actividades también han sido en muchas ocasiones caprichosamente inventadas y en demasía no son los hombres y mujeres quienes deciden que harán de día con sus vidas, generalmente es una especie de fuerza más allá de lo racional, llamado destino, Dios, suerte, azar, ect. De una u otra forma casi ninguno logra tener mucha libertad sobre que hace en el “tiempo productivo”; parece ser la noche, la hora negra, más benévola con la historia y ha permitido de una u otra forma ciertas contemplaciones, en la medida en que finalmente en esa “hora de ocio” que nos pertenece, podemos decidir que hacer entre algunas posibilidades existentes. En fin, el día y la noche son solo pretextos para exponer como los horarios, las jornadas, y los quehaceres humanos, son estructurados sobre unas normas sociales, las cuales a su vez están planteadas ya de por si sobre prohibiciones.
Continuando con el infante, poco a poco ajusta su reloj biológico y el sueño y la vigilia se va haciendo cada vez más similar al del resto del mundo, esto, mediado por razones de tipo fisiológicas, y psicosociales, entre estas ultimas esta el aprendizaje vicario o por observación, el moldeamiento, la normatividad social y procesos de socialización entre otros. En este mismo sentido sucede con la adquisición del lenguaje y con los hábitos de alimentación... (*Fragmento del primer capitulo)